Vicente Nevárez Rojas
Me quedo en el tercer mundo

El término “tercer
mundo”, en un primer instante, no fue peyorativo; simplemente después de la
Segunda Guerra entre dos grupos con sus respectivos países aliados (Conocida
como Segunda Guerra Mundial), aparecen los bloques occidental y oriental como
“dos mundos enfrentados” -no numerados- en el que no cupieron buena parte de los
europeos por no tener nada que ver en ese enfrentamiento.
Terminada la
“guerra fría” y, luego de la desaparición del muro de Berlín, quedo denotado la
presencia de un “primer mundo” conformado por naciones desarrolladas,
industrializadas y capitalistas con un vigoroso PIB per cápita que, en buen
romance, nunca ha sido un indicador de bienestar social equitativo.
Europeos,
asiáticos y luego los latinoamericanos no tuvieron ningún problema en
calificarse a sí mismo como pertenecientes al “tercer mundo” en virtud de no
estar alineados respecto de los pactos de Varsovia y OTAN.
Pero la región
latinoamericana con una base económica agraria y exportadora de materia prima,
se volvió dependiente de las naciones industrializadas que nos causaba una
descapitalización constante, peligrosa e irreversible al ser consumidores de
productos primariamente nuestros, pero puestos en valor por el dueño de la maquinaria
industrial.
La expansión
mundial de las empresas monopólicas, en desmedro de los países en vías de
desarrollo es, y ha sido, un atavismo que se origina más que, por un interés
económico, por una ambición política de poder en manos de las clases
dominantes. El desarrollo de los pueblos y una bien estructurada democracia,
irán limitando su crecimiento hasta su extinción.
Y aunque el aludido
término siga siendo nuestro calificativo, se reviste de otra connotación en
correspondencia a los tiempos que corren, al menos en América Latina, en virtud
de haber superado industrialmente, y por mucho, a algunos países desarrollados,
además, del cambio a una matriz económica que reivindica derechos de los
individuos en el ámbito de sus realidades urbanas y rurales.
Pobrezas
extremas -en número nada despreciable- como las que exhibe los Estados Unidos y
bancarrota europea obligan a revisar definiciones respectos de los mundos que
hemos mencionado. Hay quienes creen que es obsoleto seguir con una
clasificación que ya no tiene cabida porque es un arcaísmo que sólo describe
una situación internacional de poder y estructura que existía terminada la Segunda Guerra.
El atraso social
y económico que siempre nos endilgó la patria de los ricos, es el fantasma que
ronda sus gobiernos. El alto grado de desarrollo humano del que disfrutaban y
“robustas democracias” de las que siempre se ufanaron, se desvanecen en alguno
de ellos, y el sueño americano y europeo, entonces, se devuelve a sus orígenes.
La incapacidad
de un Banco Central Europeo para prevenir una crisis que se veía venir junto al
descalabro norteamericano, dibujó de cuerpo entero al “sistema capitalista” y,
puso a la orden del día, la agresión, humillación y ultraje al ser humano. Con
un escenario así, me quedo en el “tercer mundo”.
OTROS ARTICULOS DEL MISMO AUTOR EN:
No hay comentarios:
Publicar un comentario