jueves, 8 de noviembre de 2012

Artículo Ciber











Vicente Nevárez Rojas

No hay de qué preocuparse, señor presidente…


Cuando la mala fe se apodera de los ignorantes, se agota toda esperanza de entendimiento. Se habrá pasado el umbral que lleva al desajuste cognitivo. Sólo falta que se declaren taoístas para tomar distancia con lo moral o lo amoral y, tener, entonces, el marco que les permita moverse como pez en el agua.
Sólo es mi afán de explicarme comportamientos de tan singulares actores, porque el taoísmo, en el contexto filosófico de su doctrina, asume lo bueno y lo malo, lo perfecto y lo imperfecto, lo moral y lo amoral, como referentes, según sean, o se den los hechos, sin considerar beneficios.
La criolla y folclórica oposición ecuatoriana se pertrecha de falsedades para pervertir la decencia que es norma a cuidar del buen vivir. Sin argumentos, crea escenarios irreales, retacea la verdad de los hechos y acumula odio para verter su veneno al menor aviso que ponga en riesgo sus insanos intereses.
Es posible que su supina ignorancia sea la razón que los lleve al degradante ejercicio de la injuria y la calumnia que no les permite percatarse del cometimiento del delito al que, irremediablemente, quedarán imputados.
Desinformados petulantes, ridículos y chiflados, y uno que otro tonto útil, con desatinadas posturas y despropósitos inmundos, pero creativos facinerosos a la hora de lanzar sus dardos.
Desaprensivos apresurados con criterios sostenidos en su maldad, que a fuerza de querer entender a su “salsa y sabor” el derecho a la libertad de expresión, se inventa un sofisma: “la obligación a expresarse”, inducidos por la rabieta que les ocasiona una disposición presidencial. Tal sofisma, además de ser una aberración, es una contradicción constitucional que vulnera, justamente, ese derecho, de respeto irrestricto, por encima de cualquier política pública de comunicación.
Entrevistadores permisivos y entrevistados acólitos de éstos, es el escenario propicio en algunos “medios sesgadamente independientes” para ofender de manera vulgar y ruin a quienes no están en su orilla.
“En muchísimas ocasiones, de forma abierta o solapada, consciente o inconsciente, se pretende hacer pasar por información lo que es una mera opinión, y el daño y la confusión están servidos. Cualquier pretendida autoridad, individual o mediática, que hacen pasar por información la mera opinión, están causando un importante daño, porque los posibles receptores de dicha mal llamada información se convierten a su vez en agentes activos de transmisión, y el efecto multiplicador puede conducir a una suerte de engaño colectivo”. (De todo un poco…)
Cuando usted supo, señor presidente, definir a la oposición política y mediática como amorales, pude entender porque sus representantes -llámense líderes o periodistas- se exponen al ridículo, día a día, a sabiendas que son desmentidos “a la vuelta de la esquina”. Pues, sin preceptos morales, pero con  una bien definida mala intención, arremeten con todo su arsenal; pero armas antiguas para combatir en tiempos modernos, no hacen daño.
Políticos nostálgicos y melancólicos olvidaron renovar su armamento, y a falta de recursos para poder hacerlo, insisten en los mismos esquemas. Unos usan la diatriba, mientras otros, mitómanos compulsivos, acuden al pasado, y no faltan los que, en falsa inspiración, ofrecen un Ecuador “más mejor”. Se evidencia, a todas luces, tal carencia de propuestas que, si tuviéramos que hacer gala de slogans y consignas en un concurso abierto, seguro ganaríamos el primer lugar.
El Ecuador que queríamos está siendo posible, tan posible, que la obra social emprendida por su gobierno no tiene parangón en la historia de este país.
Debo reiterar lo que ya he manifestado: las mejoras sociales -de este gobierno- se sostienen en una concepción creativa y novedosa ajustada a formalidades técnicamente modernas y perdurables en el tiempo como concepto funcional constante. Es por tanto, irreversible.
No olvide usted, señor presidente, que para poder discutir con un ignorante, habría que hacerlo bajar del burro sobre el que está montado, pero como nunca se bajará, nunca se rendirá. Se sentirá por tanto vencedor  mientras haya quienes lo confirmen, porque un tonto igual que un ignorante, siempre encuentra otro más tonto e ignorante que le admire, por eso, no hay de qué preocuparse.
Artículos sobre turismo del mismo autor haciendo clic en: turismo y recreación

No hay comentarios:

Publicar un comentario