Vicente Nevárez Rojas
El bono y sus consecuencias

Justificaba su ofrecimiento -no
obstante no estar de acuerdo con las dádivas- porque lo asumiría como temporal
hasta tanto se recupere la economía en beneficio de todos, esto es, -supongo-
cuando ya no quede un solo pobre en el Ecuador.
No hay duda que vivimos días de
políticos que creen haber descubierto el “agua tibia”, y lo obvio lo subrayan como
algo sólo pensado por ellos para dejar al descubierto la supuesta insensatez y
demagogia de los otros; lo cierto es que nunca se dieron tiempo para entender
lo que, al fragor de la campaña, recién lo están digiriendo. El “bono
solidario” siempre tuvo esa expectativa y, más que solidario, es una
“compensación social” que el Estado se obliga a entregar por aquellos
beneficios o necesidades -heredadas- aún no satisfechas.
En ocasiones suele suceder que
“se va por lana y se sale trasquilado” porque se peca involuntariamente o se
subestima a un rival que ha dado muestras de suficiencia en el manejo
comunicacional y contestatario; que llegó a la presidencia de la república
luego de haber revisado, creo meditadamente, la historia política de nuestro
país con los actores de los últimos tiempos.
“El que hereda no hurta”, dice un
viejo adagio y, por eso, tal pronunciamiento -la oferta de incremento- es,
quizás, parte de un usual manejo de mercadotecnia donde una propuesta de valor
es una estrategia empresarial que maximiza la demanda a través de configurar
óptimamente la oferta.
Lo que llama la atención es que
los modernos empresarios, ahora llamados emprendedores, no hayan podido generar
desde su visión una propuesta coherente con sus principios o, tal vez, no hay
al momento el argumento que los ligue al interés popular. Los deseos por captar
el poder no siempre se perciben alineados al servicio; la extracción social y
económica de los actores políticos suele ser un gran determinante del favor
popular.
Hasta ahora sólo hemos escuchado
una retórica de buena voluntad y anhelos muy parecidos a los parabienes de fin
de año que solemos expresar a nuestros relacionados. Cuidado con hablar de
poner orden a las cosas para terminar poniéndolas sólo bajo su control.
Mientras unos políticos manejan
un discurso cargado de ambigüedad, de poca significación, hay otros que, para diferenciarse, se enfrentan a la
dificultad de tener que operar con conceptos de contenido ideológico. Los
hábitos individualistas en busca del éxito personal con evidente desvinculación
con la comunidad es, eventualmente, una práctica enajenante que distorsiona el
análisis político y el escogimiento acertado.
"El bien es ciertamente
deseable cuando interesa a un solo individuo; pero se reviste de un carácter
más bello y más divino cuando interesa a un pueblo y a un Estado entero" (Aristóteles).
Se puede acariciar a la gente con
palabras, pero las convicciones después de un camino andado que dejó atrás el
engaño y la promesa mal cumplida, no será fácil de cambiar.
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