miércoles, 31 de octubre de 2012

Publicado por el semanario EL NUEVO GLOBO de Bahía de Caráquez

 








 Vicente Nevárez Rojas

El bono y sus consecuencias

Cuando al señor Guillermo Lasso se le ocurrió la subjetiva y poco original idea de ofrecer un incremento al valor del existente “bono solidario”, le devino una suerte adversa que trajo dos consecuencias inmediatas -amén de las que de seguro se van a seguir derivando-: a) dejar sin piso su oferta popular y, b) mortificar los bolsillos de los banqueros que, sin proponérselos, entraron en la contienda y, con ello, hacer notorio un marco ideológico que, justamente, el candidato Lasso no hubiera querido se percibiera.

Justificaba su ofrecimiento -no obstante no estar de acuerdo con las dádivas- porque lo asumiría como temporal hasta tanto se recupere la economía en beneficio de todos, esto es, -supongo- cuando ya no quede un solo pobre en el Ecuador.
No hay duda que vivimos días de políticos que creen haber descubierto el “agua tibia”, y lo obvio lo subrayan como algo sólo pensado por ellos para dejar al descubierto la supuesta insensatez y demagogia de los otros; lo cierto es que nunca se dieron tiempo para entender lo que, al fragor de la campaña, recién lo están digiriendo. El “bono solidario” siempre tuvo esa expectativa y, más que solidario, es una “compensación social” que el Estado se obliga a entregar por aquellos beneficios o necesidades -heredadas- aún no satisfechas.
En ocasiones suele suceder que “se va por lana y se sale trasquilado” porque se peca involuntariamente o se subestima a un rival que ha dado muestras de suficiencia en el manejo comunicacional y contestatario; que llegó a la presidencia de la república luego de haber revisado, creo meditadamente, la historia política de nuestro país con los actores de los últimos tiempos.
“El que hereda no hurta”, dice un viejo adagio y, por eso, tal pronunciamiento -la oferta de incremento- es, quizás, parte de un usual manejo de mercadotecnia donde una propuesta de valor es una estrategia empresarial que maximiza la demanda a través de configurar óptimamente la oferta.
Lo que llama la atención es que los modernos empresarios, ahora llamados emprendedores, no hayan podido generar desde su visión una propuesta coherente con sus principios o, tal vez, no hay al momento el argumento que los ligue al interés popular. Los deseos por captar el poder no siempre se perciben alineados al servicio; la extracción social y económica de los actores políticos suele ser un gran determinante del favor popular.
Hasta ahora sólo hemos escuchado una retórica de buena voluntad y anhelos muy parecidos a los parabienes de fin de año que solemos expresar a nuestros relacionados. Cuidado con hablar de poner orden a las cosas para terminar poniéndolas sólo bajo su control.
Mientras unos políticos manejan un discurso cargado de ambigüedad, de poca significación, hay otros  que, para diferenciarse, se enfrentan a la dificultad de tener que operar con conceptos de contenido ideológico. Los hábitos individualistas en busca del éxito personal con evidente desvinculación con la comunidad es, eventualmente, una práctica enajenante que distorsiona el análisis político y el escogimiento acertado.
"El bien es ciertamente deseable cuando interesa a un solo individuo; pero se reviste de un carácter más bello y más divino cuando interesa a un pueblo y a un Estado entero" (Aristóteles).
Se puede acariciar a la gente con palabras, pero las convicciones después de un camino andado que dejó atrás el engaño y la promesa mal cumplida, no será fácil de cambiar.
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