
El escritor, periodista y docente latinoamericano, Marcelo Colussi, en un extenso trabajo sobre
cómo definir a un revolucionario manifiesta que, nadie a nivel individual, es
en sí mismo un revolucionario; que las revoluciones van más allá de los
individuos, no trascienden. Los seres humanos individuales, en todo caso,
podemos estar más o menos a la altura de las circunstancias, y actuar más o
menos acorde con un clima revolucionario, pero tal vez es imposible decir
quién, cuándo y cómo comienza a ser “revolucionario”.
Y concluye: …si de algo se trata en esta titánica y
fabulosa tarea que es inventar una sociedad nueva a la que llamamos socialismo,
es poder llegar a tomarse en serio que sólo habrá real igualdad cuando, como
dijo Gabriel García Márquez, “ningún ser
humano tenga derecho a mirar desde arriba a otro, a no ser que sea para
ayudarlo a levantarse.”
Pero distingamos a los que caben en esta visión, de aquellos frustrados
personajes perdidos en el umbral de las ideologías que, siendo así, recurren a
pintorrear su lienzo colocado en marco ajeno.
Don Gustavo Larrea, precandidato presidencial, ofrece devolver los
puestos de trabajo a quienes fueron separados bajo el esquema de renuncias
voluntarias, pero no dice que hacer para resolver algunos de esos casos, cuyos
puestos fueron necesariamente reemplazados, a no ser que, se aplique la misma
fórmula que el señor Larrea deplora.
A veces, como resultado de un resentimiento, generalizamos todo;
terminamos viendo como malo o repudiable lo que en algún momento se compartió y,
bien sabemos, que cada acción que se toma, por individual que parezca, obedece
al bien común. La experiencia habida que produce un resentimiento debería estar
sólo referida a los aspectos de esa relación, es lo noble.
Con un discurso que más parece un sonsonete, hay quienes hablan de una
vida homologada a esa legión de esforzados ecuatorianos que apenas subsisten
con su trabajo, en tanto se refieren –solapadamente- a la gran empresa, con
eufemismos, para fijar el consabido clisé de que el crecimiento sólo se da
cuando ésta es protagonista de la economía, no el gobierno.
Edvard Munch en 1893 dijo que “no se pinta por el deseo de pintar…o con
la intención de pintar una historia… Yo que fui a Paris lleno de curiosidad por
ver el salón y que estaba dispuesto a dejarme llevar por el entusiasmo, lo que
sentí fue sólo repugnancia” (Fragmento)
No hay duda que la oposición ofrece un panorama desolador, sin
iniciativas y sin argumentos, otros que no sean, -a su manera- los mismos que han
hecho posibles –en este gobierno- poner en marcha un vasto programa social, y
la consideración constitucional de que ecuatorianos sin distinción de género,
raza, con discapacidad o nacionalidad, accedan a la administración pública en
el ámbito nacional e internacional.
Desde la derecha diestra a la izquierda siniestra existe un amplio
horizonte que ocupa la mentira como
ideología del poder, una suerte de modelo maquiavélico/mefistofélico que circula
acompañada de la mentira financiera y, sobre todo, mediática. Siempre será una
ruindad que aspiren al poder sobre la base de cualquier disparate.
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