viernes, 22 de junio de 2012

Publicado por el semanario “El Nuevo Globo” de Bahía de Caráquez Sábado 16 de junio del 2012




















Vicente Nevárez Rojas

Horacio, el más grande activista cultural manabita

Octavio Paz en su inmensa sabiduría solía decir que el testimonio poético nos revela otro mundo dentro de este mundo, el mundo otro que es este mundo; la poesía, añadía, designa algo que está más allá de la realidad que la origina, algo nuevo y distinto de los términos que la componen.
Horacio en su continuo esfuerzo por conocer y comprometerse con la realidad de su tierra y sus circunstancias, imaginó caminos de ideales en un arriesgado pensar en su futuro que, su pluma al calor de ese hermoso privilegio de lenguaje figurado –reservado para grandes poetas- nos entrega y, se cumple por tanto, lo que afirma Paz, en revelación de Tatiana -su hija- en el “trabajo introductorio a las Obras Completas, Antología Poética, de Horacio Hidrovo Pe­ñaherrera”:
 “Ahora el poeta busca refugió en un punto donde es imposible la sintaxis de la modernidad literaria, Sasay. Allí sólo hay sitio para un lenguaje distinto, propio, alternativo, liberador, hecho a la medida para nombrar un lugar periférico, mágico pero al fin real. Coroliano no existe, pero se lo puede ver en los últimos versos del poeta que cree en los duendes del cañaveral y ha visto hablar en castellano versificado a las culebras. Esa poesía no sería posible en el mundo cosmopolita; sólo en un lugar recóndito de América Latina”.
Por su parte Rubén Astudillo, en su momento dijo: “Es un poeta joven. El más joven de Manabí y uno de los más jóvenes y más promisorios de la Patria. Se halla en búsqueda de camino. Está robusteciendo la garganta y los sueños, para el mensaje que habremos de decir mañana. No es todavía –ni estaría bien pensarlo – un poeta maduro. Pero los signos logrados en la obra que nos ha brindado testimonian –como Juan – el formidable empuje vocacional que mueve a Horacio Jr., y dan para esperar confiados , en la hora de la realización total de este buen decidor de los casos del Hombre… de la tierra y de la esperanza”.
Medardo Mora Solórzano supo definir a Horacio Hidrovo como un hombre que “paseó sus virtualidades sin reverencias y con un claro sentido de lo que significa realmente vivir, por eso no se siente deudor de nada ni de nadie, su personalidad no le permite columpiarse entre acomodos y falsas posturas, es simplemente el gran poeta y una insignia cultural de Manabí”, y añade con gran acierto que, para los que saben valorar lo que realmente tiene trascendencia, es el más grande activista cultural del Ecuador.
Se ha ido Horacio a su retiro inmortal y, por eso, no se aleja; siempre estará presente con su poesía eterna y universal que trata temas comunes a todo ser humano, de aquellos que nutren el alma de sosiego y de esperanza, que nos hace soñar y descubrir mañanas de días más soleados, de noches de amor en la campiña a orillas de algún riachuelo o en una playa lejana de la costa de su bello Manabí.
Dijo tantas cosas en versos, en prosa poética, en novelas, en narrativas y en ensayos que bien podemos pasar la vida escudriñando sus obras; reflexionando en provecho de nuestras vidas y de nuestro presente y futuro fortalecido por un pasado enriquecido de valores que Horacio Hidrovo recuperara de las entrañas de la historia, de aquella que con Alfaro cobra sentido.
A la distancia fue el amigo de toda una vida al que conocí allá por los años cincuenta mientras estudiaba en la Universidad Estatal de Guayaquil. Ocurrente singular y dicharachero colmado de ese humor bueno y sano utilizado sabiamente, pero así mismo, gentil, amable y generoso; de sencillez poco habitual en hombres de su talla. Su irreverencia a las formalidades era su talante de autenticidad inconfundible cuando había la ocasión de ser huésped de la “Casa de Horacio”. Siempre fui recibido con aprecio por él y por sus hijos.
Paz en la tumba de Horacio en su tierra que lo cubre de gloria.
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