Vicente Nevárez Rojas
Monumentalismo patético

Existe más de
un ejemplo de monumentalismo en la historia de la humanidad porque el poder,
para algunos, más que ejercerlo, hay que ostentarlo. Y, si bien es cierto,
algunas de estas manifestaciones caen en el plano de lo sugestivo, no recuerdo
algo insólito como proponer un monumento a odiadores de su misma ciudad,
monumentalismo que rebasa toda posible imaginación de maledicencia patética.
No hay duda
de que “unos son los apologistas del progreso y otros son los panegiristas de
la decadencia”, al decir de Roberto Mac-Lean y Estenós.
Pretender
endilgar innoble sentimiento a otros solo traduce una experiencia habida y
sentida por quien por eso, a lo mejor, tiene carcomida el alma; “en su encono
se dimensiona su mente”, como bien sentencia José Ingenieros.
Si pudiéramos
este hecho aplicarlo como norma del diario vivir, lo asumiríamos como normal,
pero como no lo es, es sin duda alguna, patológico.
Si en verdad
las autoridades se eligen en el juego democrático por mayoría, no es menos
cierto que se obligan a responder por el bien de todos, con independencia de
que su forma de gestión sea o no del agrado de quienes por ellas no votaron.
En nuestra
región, que vive una saludable democracia, dudo que existan muestras de descaro
en que una autoridad resuelva perjudicar a unos para complacencia de otros, de
aquellos que son sus electores, si es que, en hipotético caso, comulgaran
con despropósitos semejantes.
Toda persona
que posea un gramo de sentido común sabe que es injusto, por no decir
inapropiado, atribuir culpabilidad a una parte de la comunidad o grupo social
porque así cree un grupo de individuos que ostentan temporalmente alguna
jerarquía.
Arrogarse
facultades que conllevan propósitos poco felices, por decir lo menos, es no
haber entendido la solemnidad del acto democrático que los ungió para favorecer
a unos y a otros.
La testarudez
es una torpeza propia de engreídos que creen tener firmeza, cuando en realidad
tienen parálisis.
Es una pena y
una vergüenza que tengamos que presenciar, por derivación al deseo de
exaltar la figura de León Febres-Cordero, actos y acciones que riñen contra
dictados del buen vivir; de confraternizar en vez de dividir a manos de quienes
tienen como apostolado dar bienestar.
Creo
firmemente que para la gloria solo cuentan los hechos que se inspiran en un
ideal. La victoria, cualquiera que sea, no va a depender del homenaje o
detracción transitorios que se otorgue en un espacio y tiempo determinado, sino
de la capacidad que tenga, determinado suceso, para perpetuarse en cumplimiento
de sumisión.
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