Vicente Nevárez Rojas
Los estereotipos y la revolución

Sin duda
alguna, vivimos todavía bajo influencias de estereotipos arraigados que se
constituyen en paradigmas o patrones opuestos al descubrimiento de cualidades y
valores propios del ser humano en concordancia con los tiempos actuales.
Lo
referido está linealmente enlazado con una entrevista -llevada a efecto en un
medio- de que hay un desgaste innecesario en el escogimiento de judiciales y
funcionarios diplomáticos, cuando existiendo “conspicuas personalidades de
reconocido éxito en su vida social y privada”, bien pudieran hacerse cargo de
estos aspectos.
Tal discernimiento
que escuche -en la mencionada entrevista- añadía además que, era imprescindible
distinguir a quien tomara el cargo, con una remuneración que casi triplicaba a la
del Presidente.
Se apostillaba,
además, con dos precisiones: la primera, como la necesaria reposición al
ingreso rutinario habido en las actividades privadas de estas “personalidades”;
y la segunda, quedar por encima de cualquier posibilidad de soborno en el
cumplimiento de sus funciones.
Ante
tamaña intención –con tal carencia de patriotismo- me queda la preocupación de
que comencemos a reconocer sueldos para disuadir a quienes se inclinan por
vivir en deshonra.
Es
increíble como conductas caducas se siguen trasmitiendo en favor de relaciones
de poder de unos contra otros. Obsérvese que, buen número de calles –sobre todo
de ciudadelas- se las nomina con el apellido de estas “personalidades” cuyos
méritos, de buena parte de ellos, desconocemos.
El
principio revolucionario imprimido por este gobierno –que bien lo saben los
poderes fácticos- apunta a un desarrollo como resultado de una sociedad capaz
para organizarse desde las expectativas de las energías humanas y los recursos
productivos que afronten las oportunidades tal como la vida se presenta.
Romper
esquemas supone riesgos, pero por sobre todo, preparación. Entender que nos
habíamos acostumbrados a ser depredadores ajenos a la creatividad; ser usuarios
de la naturaleza antes de aprender a convivir con ella.
El
desarrollo es un proceso de cambio social que de a poco se lo va logrando más
allá de que sea un conjunto de políticas y programas establecidos para casos
concretos.
Se hace
hincapié en una educación de calidad fundamentalmente moral de
perfeccionamiento de la conducta como ser de sentimiento solidario con la
sociedad a la que se debe, que guarde estrecha relación con el crecimiento del
país.
Las
mejoras sociales -de este gobierno- se sostienen en una concepción creativa y
novedosa ajustada a formalidades técnicamente modernas y perdurables en el
tiempo como concepto funcional constante.
El desarrollo,
entiéndase bien, no es el progreso físico de una ciudad, y menos aún, el
crecimiento empresarial en manos de pocos. Sólo se entiende cuando hay avance
político, social, tecnológico y económico en beneficio de una mejor calidad de
vida de los individuos sociales, la familia y la sociedad en su conjunto.
“Quienes
siguen los caminos que otros han trazado, sólo llegarán a donde otros ya han
llegado” (Einstein).
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